Lección 10. Degradación del suelo

 

5. Importancia de la degradación del suelo y estado actual.

La importancia de la degradación se deduce de la importancia del objeto que deteriora. La FAO-UNESCO-PNUMA han puesto de la relieve la extrema gravedad de este problema en numerosas ocasiones y como resultado de la 1ª Conferencia de las Naciones Unidas sobre Desertificación, celebrada en Nairobi en 1977 elaboró la CARTA MUNDIAL DE LOS SUELOS.

A modo de resumen podemos destacar los siguientes hechos.

El suelo es un componente esencial del medio ambiente en el que se desarrolla la vida.

El suelo es frágil, de difícil y larga recuperación (tarda desde miles a cientos de miles de años en formarse), y de extensión limitada, por lo que se considera como recurso no renovable. Un uso inadecuado puede provocar su pérdida irreparable en tan sólo algunos años.

Se usa para fines muy diversos: agricultura, ganadería, pastos y montes, extracción de minerales y de materiales para la construcción, soporte para las construcciones, eliminación de residuos, para actividades de ocio y recreo.

El problema de la degradación del suelo no es un descubrimiento de nuestra civilización, pues ya quedaba registrado en los documentos de los romanos y de los griegos: Así ya Platón describía la destrucción del suelo como resultado de las deforestaciones.

No obstante en un principio el problema no era acuciante debido a la escasa densidad de población y al hecho de que las civilizaciones primitivas se establecían en las llanuras próximas a los ríos (suelos fértiles, con abundante agua y fáciles comunicaciones). La espectacular explosión demográfica actual ha provocado la roturación de tierras en relieves cada vez con pendientes más fuertes, fuertemente degradables, y como consecuencia frenar la degradación del suelo se ha convertido en uno de los grandes retos de nuestra civilización.

El proyecto internacional "Global Assessmente of Soil Degradation", 1991, (GLASOD) ha puesto de manifiesto el grave estado de degradación en que se encuentran actualmente los suelos en todo el mundo (Mapa Mundial de Degradación 1:10 millones; versión didáctica). Los resultados referentes a los distintos tipos de degradaciones provocadas por el hombre se reproducen en la siguiente tabla

 

En esta tabla destaca la erosión del suelo como el proceso que afecta al mayor número de hectáreas, representando el 83,6% de toda la degradación (1.642 millones de hectáreas). Dentro de este proceso es la erosión hídrica el fenómeno más importante (55,7%). También es de resaltar que la contaminación del suelo (de la que tanto se habla últimamente, en vez del gravísimo problema de la erosión) afecta sólo a 21,8 millones de hectáreas (si bien hay que aclarar que los datos de esta tabla se refieren a la contaminación local del suelo y no a la contaminación difusa, como es la producida por la agricultura que contamina muchímas más hectareas que la local).

Si a las 1.701 millones de hectáreas (Mha) de las tierras actualmente cultivadas en el mundo le sumamos las 3.190 Mha de áreas potencialmente cultivables obtenemos un total de 4.891 Mha, de las que 1.093,7 están afectadas por la erosión hídrica, lo que representa un 22% de todas estas áreas. La erosión eólica afectaría al 11%, la degradación química al 5% y la física al 2%, aproximadamente. En resumen parece correcto afirmar que el 40% de las tierras cultivadas o potencialmente cultivables del mundo.

Los países desarrollados, generalmente con climas húmedos, la contaminación de suelo es el más grave problema, mientras que en los países de climas subhúmedos a áridos la erosión constituye el principal problema (Mapa Mundial de Erosión Hídrica, Mapa Mundial de Erosión Eólica, Mapa Mundial de Erosión Hídrica más Eólica). Especialmente delicada es la situación de los suelos de España (Mapa de la Erosión del Suelos en España), y concretamente en Andalucía Oriental la erosión afecta de manera muy grave a la gran mayoría del territorio (Mapa de Riesgos de Erosión del Suelo en Andalucía). También se pone de manifiesto la importancia de la erosión a nivel mundial al evaluar la carga de sedimentos que transportan los ríos en las grandes cuenca hidrográficas (tabla).

En el informe GLASOD se identifican cinco intervenciones humanas que han provocado la degradación de los suelos: deforestación y explotación de bosques (574Mha), sobrepastoreo (679Mha), manejo impropio de suelos agrícolas (552Mha), sobreexplotación de la vegetación para usos domésticos (133Mha) y actividades industriales (23Mha).

En las anteriores figuras se reproduce la situación de los suelos a nivel mundial, en España y en Andalucía. Estos mapas son por sí mismos significativos, pero no dejan de ser aproximaciones más o menos certeras del nivel de degradación de los suelos del mundo, pero nosotros tenemos en nuestro entorno pruebas palpables que nos muestran el terrible estado de degradación que soportan los suelos.

Efectivamente si salimos al campo (o recordamos cualquier paisaje cercano) registraremos imágenes en las que la superficie del suelo es amarillo, gris, rojiza, parda, o cualquier coloración pero siempre predominando los tonos claros. Esta imagen esta en contradicción con el concepto de suelo. Como sabemos el suelo está constituido por varios horizonte, pero presentando en siempre en superficie un horizonte A, de enriquecimiento en materia orgánica y por tanto de color negro (o por lo menos gris oscuro).

¿Qué ocurre en los suelos de nuestros campos de labor? ¿Por qué presentan colores claros? ¿Donde está el horizonte negro superficial, que haría que en las imágenes de los paisajes rurales predominara el color negro, solamente enmascarado por el verde de la vegetación?

La respuesta por aterradora que sea no deja de ser sencilla. ¡El horizonte superficial de color negro, rico en materia orgánica, el horizonte fértil, ha desaparecido de nuestros campos! (un agricultor con dotes de observación habrá observado estos cambios si ha roturado una tierra virgen). Los cambios de coloración sólo pueden ser atribuibles a una degradación del suelo, que ha perdido su materia orgánica. La pérdida de materia orgánica se produce por varias causas: bien por agotamiento (no reposición al extraer las cosechas), por mineralización (al eliminar la cobertera vegetal aumenta la temperatura del suelo y prevalece la mineralización frente a la humificación) o por erosión. Generalmente estas causas actúan de forma progresiva: el suelo pierde la materia orgánica, se vuelve muy inestable a la erosión y se sufre una erosión progresiva que en casos extremos llega a destruir completamente al suelo (en este estado se encuentra gran parte de los suelos de los olivares andaluces, en los que lo que se está labrando directamente las margas). Conociendo la tipología del suelo se puede reconstruir sus horizontes y se puede evaluar la intensidad de la erosión sufrida (figura).

Finalmente, vamos a concluír este capítulo recordando nuevamente que uno de los retos más importantes con que se enfrenta la humanidad, es la degradación del medio ambiente en general y concretamente la degradación de los suelos cultivados. La deforestación masiva que han sufrido los suelos en todo el mundo como resultado de una presión socioeconómica cada vez más asfixiante, unida a un desconocimiento absoluto de los gravísimos problemas que conlleva la utilización indiscriminada del suelo ha desembocado en la dramática situación actual. Afortunadamente nuestra civilización parece estar despertando según se desprende de la lectura de los informes especializados que los organismos competentes emiten periódicamente como la FAO, UNESCO, PNUMA (Programa de las Naciones Unidas para el Medio Ambiente) y UICN (Unión Internacional para la Conservación de la Naturaleza y de los Recursos Naturales), entre otros. A continuación finalizamos reproduciendo algunos párrafos de estos informes (textos FAO-UNESCO-PNUMA).

Todas esas aseveraciones contenidas en la selección de informes FAO-UNESCO-PNUMA no debemos aceptarlas en su sentido negativo, de resignación catastrofista, y sí en el sentido constructivo de que la degradación del suelo representa un gravísimo problema en el sistema de explotación actual, pero que puede ser perfectamente controlada mediante la aceptación de las teorías conservacionistas. Como se verá en los siguientes temas, las pérdidas para un determinado suelo de cultivo se pueden reducir en aproximadamente a la mitad por un procedimiento tan sencillo como es desarrollar las labores en dirección perpendicular a la línea de máxima pendiente en vez de paralelo a esta dirección, como sigue siendo incomprensiblemente la práctica habitual en nuestros campos. Si además entre las franjas de cultivo se intercalan fajas de hierbas, u otro cultivo herbáceo, las pérdidas pueden ser reducidas hasta su cuarta parte. La construcción de vias de desagüe para el agua de escorrentía es una medida que proporciona muy buenos resultados. Por último, si se hacen labores de terraceo la erosión es eliminada en sus 9/10 partes y si se procede al abancalamiento del terreno el control de la erosión es prácticamente absoluto dentro de los bancales.

Si las técnicas anteriores no fuesen aconsejables habría que planificar otro tipo de uso del suelo, en este sentido adelantaremos también que una recubierta permanente puede reducir las pérdidas de suelo hasta en cincuenta veces su valor inicial y una buena cubierta densa puede llegar a ejercer un factor de protección de hasta 1000 veces con respecto a un cultivo cerealista de secano.

La conservación del suelo para las generaciones futuras es un deber moral irrenunciable, su realización práctica está todavía a nuestro alcance y constituye una línea de conducta que puede ser llevada a cabo de manera individual sin esperar a que nos sea impuesta por la Administración la cual va siendo lentamente sensibilizada sobre los gravísimos problemas medioambientales.

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