Hidromorfía: gleyzación y seudogleyzación

La formación de ambos procesos está condicionada a la existencia de capas de agua que de manera más o menos permanente saturan el suelo provocando una extensa hidromorfía (permanente para la gleyzación y temporal en el caso de la seudogleyzación).

El agua al desplazarse lentamente por el suelo, se va empobreciendo en oxígeno a la vez que se va acidificando por efecto de la materia orgánica, con lo que también el ambiente se va volviendo reductor, lo que repercutirá en el suelo, fundamentalmente en relación a los compuestos de hierro y de manganeso, ya que sus comportamientos edafoquímicos van a ser muy diferente dependiendo del potencial redox existente. En condiciones reductoras, se movilizan el Fe y el Mn, sufriendo una redistribución por el perfil y si se presentan condiciones de sequedad se produce la oxidación y la subsiguiente inmovilización. Como resultado se originan zonas de lavado de Fe y Mn (áreas decoloradas y de colores verdes y grises) y otras de acumulación de Fe/Mn (de colores rojos y negros).

Si las condiciones de saturación se mantienen constantes a lo largo del año, las condiciones reductoras predominan y la masa del suelo se encuentra decolorada.

Cuando el suelo atraviesa fases de desecación estacionales más o menos largas (por alternancia climática con fluctuación de la capa freática, por ejemplo), se origina una alternancia de condiciones oxidantes y reductoras, apareciendo abundantes manchas rojizas debidas a los compuestos férricos, junto a otras zonas verdosas y grises.

En muchas ocasiones, cuando el suelo no es tan impermeable, durante las fases reductoras, las formas reducidas de Fe y Mn se movilizan y llegan a ser eliminados del perfil quedando amplias zonas decoloradas, de colores grises más o menos claros, entre otras manchas rojizas.

Tanto las decoloraciones como las acumulaciones se manifiestan a nivel microscópico formando:

Hiporrevestimientos (acumulaciones y lavados)

imágenes de hiporrevestimientos de: compuestos de Fe, de Mn y de empobrecimiento, respectivamente.

Nódulos (de Fe)

Afectando a toda la masa basal

 

En definitiva, como acabamos de ver, parece existir una clara relación entre las condiciones hídricas de un perfil y sus rasgos micromorfológicos. Este hecho es muy importante ya que para reconocer la presencia de un exceso de agua en un suelo tendríamos que desarrollar complicadas y laboriosas medidas en el campo acerca de la profundidad y oscilaciones del nivel freático, del agua retenida, de su contenido en oxígeno disuelto, del potencial redox y de la temperatura edáfica, a lo largo del año y durante muchos años. Pero afortunadamente gran parte de todas estas condiciones las podemos deducir de un modo directo e instantáneo por la simple observación de los rasgos morfológicos y micromorfológicos del suelo. Por ello, el moteado de los horizontes se ha utilizado universalmente como signo de hidromorfía, si bien hemos de aclarar que a veces no se cumple totalmente la relación causa a efecto (es decir, exceso de agua a rasgos hidromorfos) por la existencia de determinadas condiciones, unas que impiden la reducción, como es el exceso de oxígeno disuelto en el agua o la ausencia de materia orgánica, otras que dificultan la necesaria actividad microbiana, como sería una temperatura muy baja, o un pH excesivamente ácido y en otras ocasiones los rasgos micromorfológicos son heredados de condiciones pasadas que no reflejan la situación actual del suelo.

 

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